jueves, 29 de abril de 2010

Amnesia

He olvidado que soy Amnésico

¿Te imaginas tus sesos en una jaula de huesos?

Dibujar un vacío para hacer el mapa de la Historia.

A veces te encuentras a ti mismo como un Joker tatuando la palabra "Yo" en la piel de un camaleón.

He perdido mis guantes; afortunadamente mis huellas estaban dentro.

Si digo "espectáculo", siempre pienso "espectráculo".

Cualquier frase completa no deja de ser tan estúpida como la vida misma.

Yo somos gemelos.

Para un gemelo la Historia es amnesia, para el otro el presente es dislexia.

Un gemelo se puso en pie, el otro "hacía el pino"; así descubrieron el sexo: ¿Descubrir similitudes es encontrar diferencias? Y así continuaron para evitar la caída de su más suprema aspiración: ser ángeles.

El lenguaje engaña, es tan preciso que se nos ofrece como la última esperanza para construir mentiras.

Las páginas del Diccionario: ¿laberinto?... ¿máscara?... ¿la piel de un camaleón?

Sólo aquellos miserables que convirtieron los nombres en promesas lograron pudrir los cimientos de la Torre de las Palabras.

La única fe que me mueve es la de erratas.

En la jaula descubrí un Joker sin cara que fabricaba máscaras de piel de camaleón. Allí descubrí lo cerca que el Arte esta de un oráculo.

El camaleón me enseñó que el reto de la memoria es recordar todo aquello que no se conoce.

El Joker dijo: "La verdad es un error irrefutable".

Cada gran obra de Arte, más que anticiparse a su tiempo, lo concluye. Por eso termina en museos.

El verbo ser, una paradoja del azar.

Las obras de Arte deberían llevar escrita la Fecha de Caducidad. Pinto para no olvidar todo aquello que el Arte me impide recordar.

Y Dios creó el Tiempo mirando un espejo retrovisor.

El sentido de la vida... Esa resaca de pronombres de la que no queremos ser conscientes.

La vida imita; es el doble del lenguaje.

Ese reloj imparable, esa máscara silenciosa del cambio...

Yo no hablo, tan sólo soy un gran imitador de ecos.

¡Por favor, más sombras! Quiero ver la luz de las palabras.

El reloj, guillotina de pulsera; la brújula, silla eléctrica de bolsillo.

Haz que el tiempo dure; esto tal vez sea Arte.

Y al séptimo día Dios descansó creando la Amnesia.



Cobo, Chema. Amnesia.


martes, 27 de abril de 2010

Tu príncipe azul es el 37º

Recitado el lunes 26 abril en Micro Abierto

Desde que nacemos consumimos amor, lo consumimos directa o indirectamente y después de todo muchos de nosotros nos mostramos escépticos ante su verdadera existencia. Una parte imprescindible del amor es el desamor, y el que no lo viva está muerto, decía el otro día mi abuelo echándome en cara que ya tenía una edad, que tenía que empezar a buscar novio, que me quedaría para vestir santos y se me pasaría el arroz... A lo que yo respondí: Abuelo, ¡que solo tengo 22 años! Y él, con cara escéptica me dijo: ¿sólo? ¿te parecen pocos? A tu edad tu abuela se había casado conmigo, vivíamos en nuestra propia casa y teníamos dos hijos... Yo le trataba de explicar que los tiempos habían cambiado, que las cosas no son como antes, y entonces él me dijo que no le explicase esas cosas de internet, que él no las entendía, que los novios ya no son como antes porque ya no hay bailes donde conocerlos, ahora solo hay discotecas donde la gente no habla y el "chunda-chunda" ese nos está aplanando el cerebro. Sentenció su exposición con un "hija, tienes que encontrar novio pronto, pero que sea buen hombre, tampoco te juntes con cualquiera".

Entonces ante tanta acusación, me decidí a trazar un plan perfecto para encontrar novio, o el príncipe azul como dirían otros. En ese intento de trazar mi plan perfecto me topé con el teorema de un psicólogo japonés llamado Kanazawa que se podría resumir en una frase: TU PRÍNCIPE AZUL ES EL 37º. El truco del teorema recae en rechazar a los suficientes candidatos.

El teorema dice lo siguiente: "En cualquier proceso de selección hace falta rechazar al 37% de los primeros candidatos y luego quedarse con el siguiente que sea mejor que todos ellos". Es decir, que si rechazamos al 37% tenemos un 37% más de probabilidad de encontrar a nuestro verdadero príncipe azul, o lo que es lo mismo, no confundirnos en nuestra elección final.

Continué buscando más información sobre esta teoría porque había algunos puntos que no me acaban de convencer pero decidí no descartarla, hasta ahora era lo único que me daba esperanzas de poder encontrar un buen chico con el que compartir mi vida. Bien, pues pude comprobar cómo este teorema tenía sus propias reglas, una de ellas : "No vale ir de candidato en candidato esperando a tu príncipe. No vale que les cuelgues el teléfono o borres sus mensajes, tienes que salir con ellos, hablar, conocerlos al fin y al cabo".

En definitiva, esta teoría se basaba en la selección natural, en el darwinismo más puro, así que quienes la usen tendrán más éxito reproductivo que quienes se casen con el primero que encuentren o rechacen solo al primer 5%, o en su defecto al 90%. Esto me dio más esperanzas, pensé que quizás el proceso de selección fuese largo y costoso, pero que tenía garantías de que la elección fuese buena, y si hay algo a lo que todos tememos es a tomar una mala elección.

Al unir todos los puntos que había ido trazando, me di cuenta de que esta teoría era fácil aplicarla en ámbitos rurales o pueblos pequeños, es decir, que en un pueblo pequeño, pongamos que conoces a 10 maridos en potencia, pues bien, de esos rechazas a los cuatro primeros y te quedas con el quinto, fin del proceso. En las ciudades las cosas cambian, no es tan fácil como parece, matemáticamente las cosas se complican y se convierte en un proceso difícil, agotador y consume demasiado tiempo. Pero yo quería hacerme un aligera idea de a qué equivaldría ese demasiado en cifras, así que poniendo en práctica la teoría del Solterón Secuencial eché cuentas: una semana tiene 7 días... bien, el tiempo dedicado a encontrar a un buen candidato y proponerle una cita me llevaría una media de 3 días; es decir, podría desechar a dos candidatos por semana. En esta ciudad de unos 156000 habitantes, aproximadamente 75000 serán hombres, de los cuales, me quedarían unos 5000 posibles maridos, es decir, 5000 hombres, a una media de 2 hombres por semana, 2500 semanas, a 52 semanas por año, serían un total de 48 años, teniendo en cuenta que tengo 22 años, sí, definitivamente, mi abuelo tenía razón, se me pasa el arroz.

Además, me di cuenta de que en mi intento de conocer a 5000 posibles maridos, me habría convertido en lo comúnmente denominado como "putón verbenero" algo que no entraba en mis planes a corto plazo.

La teoría acabó con mi plan perfecto para buscar el amor pero además, por contradictorio que parezca, también con mi escepticismo acerca de la existencia del mismo, creía y quería buscar el amor pero pensé que quizás eran más válidas todas esas teorías infundadas o clichés como: "Esas cosas no se buscan, vienen solas". Así que me subí en el autobús urbano que recorre la línea 3, una de las líneas más largas de la ciudad, porque pensé que quizás, en la siguiente parada se subiría en ese mismo autobús el amor de mi vida, y llegaría así, sin criterios estadísticos ni matemáticos, simplemente de repente, sin buscarlo.

viernes, 16 de abril de 2010

No conoceré el miedo. El miedo mata la mente. El miedo es el pequeño mal que conduce a la destrucción total. Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mi y a través de mi. Y cuando haya pasado, giraré mi ojo interior para escrutar su camino. Allí por donde mi miedo haya pasado ya no quedará nada, sólo estaré yo.
Frank Herbert

Podía leerte incluso con los ojos cerrados, me sabía tus textos de memoria, tus historias me las sabía de memoria; sabía cómo ocurrieron en realidad y qué partes del relato eran inventiva propia; porque ya conocía tu forma de mentir, tu forma de arrugar la nariz cuando intentas mentir, mejor dicho, porque nunca aprendiste a mentir, por eso de la culpa y la vorágine de sensaciones desagradables que se acumulaban alrededor de tu estómago cada vez que intentabas mentir(me).

Yo conocía perfectamente tu anatomía, tu cuerpo, sabía cómo formar una secuencia de caricias que se detenían justo antes de llegar a tu ombligo, evitando así tu erección. Yo sabía que no podía detenerme jugando con ciertas partes de tu torso, así que solo recorría suavemente tu pecho con mis dedos firmes, torpes y fríos. Lo hacía con cuidado, para no despertar a la bestia que llevabas dentro, yo nunca fui de guerras y ahora solo pretendía mantener la paz en este reino.

Sabía perfectamente que tú removías el café en sentido contrario al avance de las agujas del reloj. Nadie suele hacerlo así. Me gustaba observar cómo bebías café. Prefería que bebieses café a que pidieses otra copa en el penúltimo bar que quedaba abierto cada noche en el centro de la ciudad.

El café no te excita, no te pone nervioso ni agresivo, las copas son otro cuento... Gracias a las copas un día me amenazaste con escupirme, cogiéndome fuertemente del brazo derecho mientras yo te amenazaba con atropellarte con mi coche si lo hacías. Tú sonreías, yo te miraba fijamente, "a mi no me amenaces, ¿me has oído? te dije. Tú seguramente no lo escuchaste, las copas también te hacen perder gran parte de tu capacidad atencional, así que te agarré con la mano derecha la cara y zarandeé tu cabeza de un lado a otro hincando mis dedos debajo de tus pómulos, "¿me has entendido?" te repetí alzando la voz. "No seas pesada" contestaste desde una valiente posición de copiloto... Bajé del coche, enfadada, dejando la paciencia en el maletero, porque esa noche no quería gastarla contigo. A cada paso enfurecía un poco más. Abrí la puerta del copiloto "baja ahora mismo".

Te tropezaste al salir del coche, yo permanecía allí, erguida, seria, enfadada, impasible ante tu caída. Al levantarte tus ojos se encontraron con los míos y comenzaste a gritarme: "Estás loca, psicóloga de mierda, estás loca". Te abofeteé y me di media vuelta, subí en el coche, giré la llave y mientras el coche rugía yo me deshacía en lágrimas.

No lloraba por haberte abofeteado, lloraba porque por un instante me había convertido en la parte de ti que más temía, en esa parte agresiva e irracional que trataba de mantener alejada de mí... YO me había convertido en esa parte.

Yo, que te conocía tanto que a veces te temía, te temía... porque, en definitiva, había empezado a temerme a mí misma.

jueves, 15 de abril de 2010

labios marchitos

solo quedan los restos de aquellos besos



Él escribe historias y no sabe qué es la vida, él siempre me cuenta historias para que yo crea en la vida, en su vida, definitivamente, para que crea en él... Él, que a ratos me quiere y a ratos me odia, me pide que crea en su vida y en la mía como un conjunto con identidad propia e individual, como si en realidad fuésemos un número impar... yo me mantengo impasible, sin arrugar la frente, callada, muda; en el fondo del salón.

Él sigue teorizando y de vez en cuando se permite el gesto de percatarse de mi presencia y me hace notar de nuevo la diferencia entre ambos colocándose siempre cuatro pasos delante de mí con un: "¿me entiendes?", como si mi capacidad intelectual fuese tan limitada que fuese incapaz de descifrar el castellano de la mano de un inepto que comete faltas de ortografía mientras se tatúa en la piel historias que no son ciertas más que en su mente, que es tan limitada como el propio dueño.

Yo me mantengo callada en el sillón del fondo de la sala, yo mastico chicle y de vez en cuando lo hago con la boca abierta para que note que también sé ser maleducada, abro la boca para que atisbe mi saliva y le invito con mi lengua a pasearse entre mis dientes, solo si él quiere, con el fin de que se calle, no me apetece escucharle más, no me apetece fingir que le admiro durante más tiempo, no me apetece mantener los ojos abiertos, "cállate y bésame" le digo mientras me levanto y me acerco a su cara y su boca, cierro los ojos, ya no le veo, él me besa, yo le beso y entonces mi cuerpo se vuelve (más) frío, como cada vez que me besa o me toca, frío porque cada vez que le beso me vacío y me muero un poco más por dentro.

Así es como me suicido entre sus brazos... Él no se percata de que tiene entre sus brazos un cuerpo sin vida, porque después de todo, está acostumbrado a besar labios muertos, sin vida... mis labios.

martes, 13 de abril de 2010

catarsis

Tú te empeñas en hacer catarsis, "catarsis para qué" te digo yo, si siempre acabamos en las mismas, en tablas, ninguno de los dos gana nada y me quedo igual...

Igual... igual de vacía, como cuando me tumbo en tu cama, me siento vacía, como cuando me siento en tu sofá, me siento vacía, como después de compartir mesa en el restaurante de la esquina, me siento vacía... dime, para qué coño quieres que haga catarsis, si tú no entiendes mis palabras, para qué quieres que haga catarsis literaria, si no eres capaz de entender mi letra, dime, PARA QUÉ QUIERES QUE HAGA CATARSIS, si estoy vacía por dentro y me sobran los minutos de silencio para llenarlos de versos, como me sobran las hojas en blanco y la tinta de la pluma que me regalaste por nuestro tercer aniversario...

Lo siento pero no voy a hacer catarsis...

Puedes abrirme en canal, acabar con todo esto, después puedes hacerme la autopsia; cariño, no es necesario tener pulso de cirujano para hacer autopsias, así que puedes hacerme la autopsia y entonces comprobarás que no te mentía, que no tenía ni tengo nada que ofrecerte... que estoy vacía por dentro.

sábado, 3 de abril de 2010

pre-post-pri-mavera

Ahora,
primavera,

dime para qué sirves,
y para quién sirves.
Pablo Neruda


Yo tenía ganas de escribir(te) la primavera,
pero parece que la primavera se extingue y se pierde entre nuestras manos, como el agua de lluvia, que no somos capaces de almacenar más que unos limitados centímetros cúbicos de gotas y pensamos que es un tesoro entre nuestras manos, ¿pero qué va a ser un tesoro si yo quería primavera y sol y ahora solo tengo la segunda parte del otoño y lluvia?

Entonces pienso que si caminamos rápido, tan rápido que casi podríamos estar corriendo, podremos adelantarnos a la llegada de la verdadera primavera.

Mi estado emocional depende del exterior, la lluvia lo perturba tanto que en ocasiones consigue que llueva, no solo por fuera, también por dentro, de tal modo que en ocasiones hago señales de socorro porque temo ahogarme.

El sol lo activa tanto que es imposible dejar de iluminar ese rincón que hicimos nuestro.

Nunca me prepararon para vivir doblemente el invierno, otoño y frío porque soy un animal de sangre caliente... Lo único que me salva ahora mismo es que aunque fuera hace frío, hace días o semanas que mi sangre está cercana al punto de ebullición.

La primavera se instaló en el interior.

jueves, 1 de abril de 2010

más Dostoyevski y menos Prozac

Yo lo prefería a él... me gustaba sentarme y trazar líneas paralelas con mi dedo índice, para no perder ni uno solo de los detalles que narraba con suma precisión, entonces a veces, lloraba, de impotencia quizás. No era capaz de entender nada de esas contradicciones de las que él hablaba y me lo imaginaba mirándome con cara de indignación, como el que mira a otro necio por no entender sus palabras y maldice la falta de léxico o cultura para lograr la comprensión total de su exposición... Yo me lo imaginaba así, años atrás, mirándome con esa cara, con ese remordimiento en el estómago que no le permitía otra cosa que querer escupirme, desde lo alto...

Pero aún así, yo lo prefería a él, con sus teorías del inconsciente y su explicación fría del amor, un amor, pensaba yo, frío porque en Rusia no puede ser de otra manera, y entonces le compadecía, a él, sí, el mismo que quería escupirme en la cara y aún así le compadecía, pero al mismo tiempo lo devoraba cuando aún no sabía que la boca tenía múltiples funciones, funciones desconocidas para gran parte de la población...

Entonces entraba ella y me decía: "¿Otra vez con esas?¡Deja de una vez esos libros y lee cosas con sentido, toma anda!" Alargaba su mano y me dejaba sobre las piernas los poemas de Neruda...

Y yo, que lo prefería a él y que no creía en el amor, al menos no ese amor que ardía en mis rodillas... yo, me quedaba fría por dentro... con Pablo en la mesita de noche y Fiódor bajo la almohada.