sábado, 2 de julio de 2011

la jaula

Es como sentirte presa en la jaula que tú mismo construiste, como si cada una de las cualidades que más valorabas de ti mismo desapareciesen y se convirtiesen en barrotes que te impiden salir, te cortan las alas, acaban con tu libertad.

Y entonces se produce, desde fuera, un efecto óptico, que desde dentro no es un efecto, es algo tan real que duele, te oprime el pecho... la jaula se hace cada vez más pequeña, o tu cuerpo cada vez más grande, se hincha, adopta las cualidades de la materia en estado gaseoso, intentando ocupar todo el espacio posible... intentas sacar las extremidades por los barrotes, pero no puedes, porque el hueco no es lo suficientemente grande, no puedes, porque tus extremidades aumentaron tanto que no consigues moverlas... estás paralizado. Entonces tu cabeza roza con la parte más alta de la jaula, y no es que roce, es que a medida que pasa el tiempo tú sientes cómo los barrotes se clavan en tu cabeza, el lóbulo temporal es oprimido de tal forma que tu memoria queda anulada, y no recuerdas pasado mejor que el presente que vives ahora, porque no recuerdas nada, nada, nada de tu mente, solo el dolor permanente actual, presente y continuo.

Luchas, luchas por poder correr o escapar, pero ni siquiera eres capaz de parpadear porque las pestañas rozan con los barrotes... entonces lloras, lloras porque tienes la esperanza de que las lágrimas tengan cierta composición ácida que consiga corroer los barrotes, pero no es así, tampoco lo consigues. Tus fuerzas se anulan y tu cuerpo queda preso en la absurda jaula, que desde fuera solo es un efecto óptico, pero desde dentro es algo tan real que duele de tal manera que se convierte en irreal y no sabes delimitar dónde acaba la realidad y dónde comienza la ficción; porque tu mente está oprimida y no recibe señales coherentes, las vías nerviosas bailan a ritmo de Vals, yo lucho por la salvación, y desde fuera, todo parece un circo, pero dentro, te aseguro, que no lo es...

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