sábado, 6 de junio de 2009

cordura irracional

¿A caso creías que resultaría tan fácil?, no te engañes, tan solo prueba, siéntate a los pies de su cama y dile que toda la lluvia que recogió cada mechón de tu pelo no fueron suficientes para ahogar el leve atisbo de irracionalidad constante transformado en “ganas de verle”, ganas LOCAS, eso sí que tiene su gracia en este contexto.

Explícale que todo este tiempo no fue suficiente para hacerte marchar, que hay días y noches principalmente, en las que entre sueños descubres que te has mantenido estática, inerte, en el mismo punto donde te abandonó.

Mírale a los ojos y entre suspiros, intentos fallidos de incontinencia lagrimal y por supuesto verbal, explícale como esperaste una mínima esperanza de la mano del que todos conocen.

Explícale que cada vez que aparece vuelve a trasladarte en cuestión de segundos al punto en el que empezó todo, y en realidad, al punto donde también terminó todo, ese maldito punto de inflexión.

Explícale que, ante tanta irracionalidad, en ocasiones, cuando llegas a casa y lloras, vuelves a ser alguien cuerdo, racional, capaz de diferenciar cada gesto por su parte sin atribuirle dobles significados y que entonces te sientes incapaz, fugaz, a la vista de sus ojos.

Cuéntale todo esto y luego trata de conseguir que ni si quiera dude de tu cordura, y que te siga regalando notas sinceras que no formen parte de esa postdata: compasión.

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