lunes, 16 de noviembre de 2009

domingo de tormenta

Creo que desde hace tiempo nos debíamos una tregua y no dejaba de ser domingo -odio los domingos- y el día amenazaba tormenta y mi casa estaba oscura, silenciosa... a si que no me preguntes porqué me decidí a coger el coche y plantarme en tu casa.

La expresión de sorpresa y desconcierto que ofrecía tu cara era directamente proporcional a la cantidad de lluvia recogida por cada mechón de mi pelo. Instantes después ya estaba en tu salón, con una taza de té entre las manos y un gesto cómplice que me ofrecía una toalla para hacer lo propio con mi pelo.

Era una sensación extraña, pero por momentos me sentía más viva que nunca y por tu gesto notaba que algo similar estaba ocurriendo dentro de ti....

La tormenta debía estar encima nuestro... cada vez que aparecía un rayo, me disponía a contar los segundos que lo separaban del trueno y aplicando una simple ecuación matemática me hacía una leve idea de la distancia que nos separaba de la tormenta; y ahora, en ese instante, la distancia era demasiado pequeña.

Debió ser la tormenta, sí; ese acúmulo de fuerzas, de energía, que hacíamos nuestro a cada instante... y nos encontramos rebosantes de energía, cada átomo que componía cada molécula de nuestro organismo se cargaba de energía de tal manera que ni el neutrón, partícula neutra sin carga, era capaz de sentirse vacía en aquel instante, en aquella casa, tu casa...

Entonces no permitimos que toda esa energía, sigiuendo las leyes de la física, se perdiese ni se destruyese... no... la transformamos en besos, caricias, suspiros... en fuerza cinética generada por dos cuerpos en movimiento sobre los que ejercía el único desgaste que proporcionaba la fuerza de rozamiento entre ellos.

De repente no pude apartar mi mirada de esa enorme ventana de cristal blindado, mis párpados seguían las gotas que resbalaban unas detrás de otras para llegar a fundirse en el marco del gran mirador...

Entonces ví un rayo... "uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve..."

- ¿Qué cuentas?
- Nada, trato de calcular la distancia... la tormenta nos ha abandonado, ya está muy lejos...
- Tú y tus teorías físicas
- Sí...
- ¿Sabes? Te sienta bien la tormenta


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