domingo, 15 de mayo de 2011

cicatrices

Excesiva preocupación por la forma, por la estructura, por el exterior... Hace tiempo que uso demasiado maquillaje para ocultar cicatrices, hace tiempo que pongo tiritas para ocultar las heridas. Esto resulta fácil; un poco de saliva para que la herida no sangre, un lavado de cara, un poco de pintura y la fachada queda como nueva, pero... ¿qué pasa con los interiores?

Cada vez que pongo una tirita, un vaso comunicante interior se atasca a la altura de la Carótida Interna; cada vez que me desplomo en tu cama es como si iniciase un salto al vacío, con varias consecuencias inmediatas. Cada vez que tu cuerpo me roza, un músculo se atrofia; porque tus manos ya no acarician, tus manos dejan huellas, surcos imperceptibles al ojo humano, pero es cuestión de tiempo para observar los efectos del ataque letal y poder hacer balance de daños.

Las heridas sangran por dentro, tus labios ya no sirven de medio de descompresión, sino que muerden y rompen las paredes de los tejidos internos...

Porque es difícil recuperar todas las piezas, la descomposición es más que evidente. Los tornillos están sueltos y la estructura no es lo suficientemente sólida por lo que corro el riesgo de desplome, descomposición, derrumbe, destrucción...

Porque supongo, que hace un tiempo hubiese sido capaz de inmolarme por tí, pero ahora, frente al espejo, me doy cuenta de que esa no sería más que otra forma de quedarme con la figura, no con el fondo... y ahora es tiempo de decorar con gusto el fondo, aunque nadie vaya a visitarlo por una temporada. Porque lo decoro para quedarme ahí por un tiempo, con el rimmel en el bolsillo y las tiritas en las manos, que duelen porque están trabajando, porque la mente no les deja descansar, porque es el último empujón que todos merecemos, aunque estemos cansados y nos merezcamos un descanso...

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