martes, 23 de febrero de 2010

inercia

Desciendo por tu cuerpo a la misma velocidad que lo hacen las gotas de lluvia que recorren en vertical el cristal de la ventana del fondo. Es como una carrera de fondo, pero la que gana no se lleva nada, sin embargo yo, a cada instante gano y me lo llevo todo.

Desciendo y cuando quiero volver a ese punto con inercia constante y nula, me encuentro con tus ojos catapultándome, enviándome de nuevo a lo más profundo de ti... es entonces como, sin entenderlo, me vuelvo un cuerpo inerte entre tus brazos que se entrelazan a la altura de mi espalda, ocultando los lunares que adornan mi lumbar derecho.

Mi piel transpira a través de tus poros, tus brazos parecen una nueva prolongación de mi propio cuerpo y mis pestañas un buen lugar al que agarrarte cuando tiembles, y no sea de frío... Los límites contorneados de mi cuerpo comienzan a presentarse desnudos y los vértices de tu cuerpo no rozan, acarician mis sentidos que te sienten como antes y como nunca...

Después de perder la pista a tus manos recorriendo la sombra que proyecta cada poro de mi piel, y de sellar tus dientes con mis labios, me doy cuenta de que hace un rato que dejé de sentir el límite de mi cuerpo, que nuestros cuerpos ahora forman una masa homogénea en el centro de tu reino, tu cama... epicentro de sensaciones que nos sinoniman, que nos retratan ilimitadamente en el borde del acantilado en esta ciudad sin mar.

No hay comentarios: