lunes, 22 de febrero de 2010

suplementos dominicales

Nunca fuiste como los demás, de todos los suplementos dominicales, tú te quedas con el de las páginas naranjas, tú, que siempre fuiste de letras te entretienes leyendo teorías económicas que van más allá del Liberalismo y Keynesialismo.

Te gustaba desmenuzar todas esas teorías para, posteriormente, recomponerlas a través de versos, tus favoritos, los endecasílabos con rima asonante...

Coleccionas recuerdos en el vidrio de tus ojos, cuentas muchos febreros y aseguras que éste será realmente bueno por dos motivos:

El primero, porque este febrero no es bisiesto y aquí es donde aplicas ese dicho que pasa de generación en generación y que a ti te encanta recitar: "lo bueno, si es breve, dos veces bueno" y tras decirlo, afirmas solemnemente, este febrero, como no es bisiesto, es breve, por tanto, es bueno...
Yo no quiero discutir, por eso no te digo que te equivocas, que esa argumentación no es válida porque no sigue las reglas naturales de la lógica, que creas silogismos destructivos a tu paso, pero no te lo digo, porque yo, como tú, soy de letras y prefiero no entrar en el campo de la lógica.

El segundo motivo es que las páginas naranjas auguran un buen final de febrero, que la bolsa se sostiene por sus índices y yo te digo que no entiendo de bolsas ni de índices, porque soy de letras, y tú sonríes, porque crees que por unos instantes sabes más que yo, y te gusta mirarme desde arriba, pero con miradas que no dañan mis pupilas, las acarician con sonrisas.

Yo, que soy de letras, solo veo en esas páginas números y gráficas imposibles de traducir a términos inteligibles en mi mente, así que me invento que cada gráfica son trazos de recuerdos que se desgastan en números, como pueden ser frecuencias de caricias, besos, abrazos... emociones que la gente experimenta, anotadas cuantitativamente para ser traducidas a índices estadísticos y después pienso cómo sería un mundo en el que los algoritmos siempre fuesen perfectos, como el algoritmo de Euclides, un mundo en el que los límites siempre tendiesen a infinito y la asintotalidad solo existiese en un solo sentido, el horizontal, para que nos mantuviésemos constantes en un punto y nunca volver a descender, no poder llegar a tocar fondo, llegar a ese punto del no.retorno, un punto en el que la gravedad ejerce su máxima aceleración y se transforma en una fuerza que te empuja impidiendo que te puedas levantar y salir de ese hoyo...

Yo, que soñaba con un mundo en términos matemáticamente perfectos mientras tú leías la economía del Mundo y ya ves, los dos, somos de letras.

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