domingo, 23 de octubre de 2011

domingo.lluvia.tú.

No estás dormida. Simplemente miras el techo de tu habitación tumbada en la cama en plena oscuridad. El reloj marca las ocho y vente de la mañana. Vibra el móvil, y, como con el toque de un despertador, te levantas. Un mensaje. Lo lees. "LLUEVE. FELIZ DÍA DE LLUVIA". Cierras los ojos, ahora sí. Y descansas la mirada acostumbrada ya al color negro que invade tu alrededor. No sabes cómo pero escuchas esa voz recitando las palabras mágicas. Escuchas el siseo de alguien pidiendo silencio. Pero un silencio cómodo, un silencio placentero, un silencio próximo, un silencio que inspira paz, tranquilidad. Como si en vez de haber leído el mensaje, lo hubieras escuchado, vivido. Como si alguien, antes de marchar, antes de salir de casa, hubiese entrado en tu habitación, mientras dormías (o lo hacías ver), a desearte un buen día. Y crees, realmente, que esas palabras te las ha silbado, notas como si hubieras vivido un sueño, o peor, como si fuera realidad, como si el mundo se hubiera dado la vuelta y te hubieras imaginado que lo estabas leyendo cuando en realidad esa persona existía y se acaba de ir. Como si esa persona fuera real, recién levantada de tu lado, calor de tu calor, cuerpo de tu cuerpo, preparada para comenzar su día. Pero sabes que es mentira. Siguen siendo palabras en una pantalla con luz. No te crees que esté lloviendo, así que te pones en pie y decides levantar la persiana. Y lo ves. Sí, llueve. Está lloviendo. Y sabes que vas a levantar todas las persianas de tu casa, para que puedas empaparte la vista y llenarte de este genial día de lluvia.


gracias

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