jueves, 6 de mayo de 2010

pequeña ciudad de grandes cosas

Soy adicta a los círculos, a circular por las calles de la ciudad, que no es grande ni pequeña, pero contiene cosas grandes y pequeñas. Pequeño se queda el resto del mundo ahora, que camino en un círculo con un radio tan limitado que comienzo a estar atrapada. No consigo estirar los brazos y mis zancadas son demasiado pequeñas, limitadas, no por culpa de la falda estrecha, esas cosas ya no se llevan...

Siento que no puedo sellar pactos, siento, que no soy capaz de llenar vasos porque no puedo llevarlos a mi boca sin que se desborden y pierdan parte de su elixir.

Siento que es más fácil sentir a la gente cuando está lejos. Cuando están cerca, demasiado cerca, no se suelen utilizar muchas palabras, los labios sirven para otras cosas. Nos acostumbramos a la distancia imperceptible y entonces no aparece en nosotros el sentimiento de nostalgia que se siente cuando una persona está lejos, tan lejos, que aunque estires los brazos, las yemas de tus dedos no atisban su presencia...

Solo me persigue tu sombra porque tú hace un tiempo que has desaparecido o escondido, pero hace tiempo que no te encuentro y me pregunto si tú piensas lo mismo sobre mí, si me estarás buscando por algún lugar de esta ciudad que no es grande ni pequeña, pero contiene cosas grandes y pequeñas... como nosotros, como lo nuestro.

Pequeño se queda el resto del mundo cuando entras en mi órbita estacionaria que describe una trayectoria circular y a ratos se vuelve elíptica por culpa de las fluctuaciones del estado de ánimo; pequeño se queda el resto del mundo cuando eso sucede y enorme se hace la distancia que me separa de ti ahora...

Demasiada distancia y aún así es tremendamente difícil sentirte. La teoría se descompone en pequeños fragmentos con pilares frágiles que se mecen por culpa del viento y la lluvia, ¿qué lluvia? la que hay dentro de mi propia órbita estacionaria justo cuando el verano amenaza con su inminente llegada.

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