domingo, 17 de enero de 2010

autodestrucción

Inicias el vuelo, y una vez que despegaste, es muy difícil cambiar el rumbo... Los mandos dirigen la nave hacia una dirección y tus pies luchan por ir en dirección contraria... pero sabes que las vías nerviosas no son capaces de transmitir señales contradictorias simultáneamente y las manos que manejan el rumbo de la nave y los pies se descontrolan hasta tal punto que notas el caos interno a la altura del estómago, un poco más arriba de la cintura... algo se rompe por dentro...

Pero una vez que apareció el dolor ya no importa, quieres seguir adelante, que la nave te lleve donde quiera, porque somos de esos seres que una vez que experimentan el dolor creen que serán capaces de superarlo tantas veces como se presente ante sus ojos...

Ahora rezas, y digo bien, rezas, para que la nave no se estrelle pues cuando ésto suceda no habrá quien recomponga los pedazos. La estructura se volverá a construir fácilmente, unos retoques, un poco de maquillaje y queda como nueva de cara a la galería, pero de la estructura interna, de los interiores, mejor no hablar, porque ahí no hay quien intervenga...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

esqe.. no sé qé decir
es exactamente ESO =)

porqe en lo d sabias eres y bonito escribes ya m repitiría no?? ;)

Cap. Manu dijo...

Es increible lo que puede hacer una fachada bien arreglada, con su pintura reciente, su chapa impoluta bien soldada... al final la nave queda también, que el interior se lo cree

Cap. Manu dijo...

* TAN BIEN!

Cap. Manu dijo...

Solo intento correr por ese boulevard, a ver si llego a otra calle (y espero que no sea la calle melancolía...)

Los interiores no se dejan engañar... pero tanto creía el gato que era un pájaro que al final voló...